¿Qué características tiene que tener el abogado del futuro? ¿Cómo tienen que pensar? ¿Cómo tienen que actuar? ¿Qué habilidades de negociación y comunicación se les exigirán en un entorno tan global?

Por nuestra parte, nos gustaría enfocar esta breve disertación en los profesionales que nos atañen, los abogados del futuro (de hoy) y ofrecer algunas características de las habilidades que tienen que desarrollar y qué inquietudes tienen que tener para triunfar a nivel global.

Global e internacional son dos palabras que definen, a la perfección, el tipo de profesionales que tienen que nacer y desarrollarse en nuestras universidades. No cabe plantear la formación universitaria desde un punto de vista exclusivamente nacional. Aquellas universidades y escuelas de negocios que miran únicamente hacia casa, están condenadas a morir.

El abogado del futuro (de hoy), tiene que poder trabajar en cualquier parte del mundo. Una primera recomendación que ofrecemos es que todo abogado participe, como mínimo, en dos experiencias internacionales: 50% en un país anglosajón y 50% en un país de Asia-Pacífico. Una segunda recomendación es la necesidad de formación contínua. Un abogado nunca deja de estudiar y tiene que actualizarse, de forma constante.

Las principales características de los alumnos extranjeros (y abogados extranjeros) son:

  • Son flexibles culturalmente.
  • Aplican el conocimiento muy rápido.
  • Acceden a sus primeras experiencias laborales muy rápido.
  • Tienen movilidad internacional y disponibilidad absoluta para cambiar de país y, además, lo buscan.

Otro de los puntos tratados, es el hecho de que tenemos que volver a reconocer nuestros orígenes y nuestra historia y, además, estar muy orgullosos de ella. Los últimos años, algunos medios de comunicación y corrientes políticas y sociales han venido desarrollando una campaña de difamación sobre quiénes hemos sido y quienes somos, y esto es algo que hay que anular.

Un país y sus miembros no pueden ser grandes, ni tener un papel importante en la historia, si sus jóvenes no saben de dónde vienen y lo que supusimos para el mundo. Esta visión hay que recuperarla, estar orgullosos de nuestro potencial y destacar profesionalmente, de nuevo, a nivel internacional.

Este punto anterior es importante porque lo que las empresas globales buscan, son líderes con gran capacidad de aprender rápido y saber:

  • Gestionarse a ellos mismos.
  • Gestionar a la relación con su jefe.
  • Gestionar su carrera profesional.

El abogado del futuro (de hoy) tiene que perder el miedo a salir fuera, abandonar su zona de confort y la pereza, para convertirse en elementos valiosos que puedan asesorar en operaciones globales, trabajando con equipos multiculturales. Tiene que tener amplitud de mente y horizontes para nuevas oportunidades internacionales.

Otro de los puntos que el abogado del futuro (de hoy) tiene que trabajar, es la conciencia autocrítica constructiva. Los estudiantes y abogados de hoy en día no tienen que conformarse con lo que leen, en tiempo real, en medios y a través de diferentes canales. Tienen que cuestionarlo todo, tienen que ir más allá para determinar qué es válido y qué no lo es.

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Algunas de las características, preocupantes, de los millenials y centenials que se están identificando en el mundo académico y profesional español son:

  • Falta de sacrificio. Valoran mas todo aquello que no supone un esfuerzo conseguir.
  • Individualismo: pueden trabajar en equipo, pero siempre, buscando un interés personal en última instancia.
  • No trabajan de forma colaborativa. Hay que enseñarles e invitarles a desarrollar esta habilidad porque es fundamental.

También tienen ventajas:

  • Están muy preparados tecnológicamente.
  • Pueden trabajar mucho más rápido que las generaciones anteriores.
  • Pueden plantear problemáticas desde diferentes puntos de vista de una forma digital.

Todo esto hay que aprovecharlo y el abogado del futuro (de hoy) tiene que empezar a trabajar, desde ya, estas habilidades y competencias.

Una buena solución, para conseguir todo esto, es ayudarles a compararse con el resto de estudiantes, de su especialidad, de Europa y U.S, y analizar qué hacen bien para comenzar a asumirlo como propio. Hay que eliminar los complejos de inferioridad respecto a los alumnos europeos y extranjeros. Tenemos un excelente talento y buenísimos profesionales y hay que volver a valorarlo y creérselo.

Y para finalizar, por supuesto, la universidad española tiene que abrirse y permitir un cambio de mecenazgo. Hay que dejar que capitales privados inviertan en educación y en programas de desarrollo, para potenciar el talento técnico y humano de los alumnos y profesionales de mañana.